Refugiados sirios parten hacia sus lugares de destino.
Fue a principios del pasado mes de septiembre, en la plaza de Agustín Lara, donde activistas y vecinos del barrio de Lavapiés decidieron reunirse por primera vez, de forma espontánea, para tratar posibles vías de apoyo a los migrantes sirios que, aún hoy, chocan contra las fronteras europeas en una desesperada huida de la guerra que ya perdura más de 4 años en su país. Bajo las ruinas restauradas de un edificio que recuerda los efectos de la guerra civil que asoló España, esta incipiente asamblea valoraba que quizás había llegado el momento de arremangarse y asumir que la sociedad no podía seguir dando la espalda al conflicto sirio, una guerra enquistada y alimentada por el autoritario Bashar Al Asad, aferrado al poder.
Las redes sociales y algunos medios de comunicación comenzaban aquellos días a mostrar imágenes de las precarias condiciones en que eran acogidos en el ‘campamento de retención’ de Rözske las familias sirias que lograban llegar a Hungría atravesando su frontera con Serbia. Esto ocurría antes de que las autoridades de dicho país decidieran bloquear esta entrada mediante una valla de concertinas construida por presidiarios, y dispersar con camiones de agua a presión a quienes tratasen de atravesarla. Por otro lado, se producía en el Mediterráneo una terrible oleada de muertes de migrantes que, en manos de mafias sin escrúpulos, fracasaban en su intento de arribar a las costas de Europa. Sabemos que otros han optado por la ruta del norte de África, recorriendo Egipto, Libia y Argelia para tratar finamente de entrar a Europa a través de Ceuta y Melilla. Ante esta dramática situación y quedando patente la vergonzosa lentitud por parte de los gobiernos europeos para dar soluciones reales a este éxodo y cumplir con los acuerdos en materia de derechos humanos, se improvisaba en Lavapiés esta asamblea, con la intención de crear en Madrid una red ciudadana que tratase de paliar el deficiente servicio que las instituciones públicas ofrecen a estas personas.
La primera propuesta consensuada por este grupo consistió en convocar una manifestación en el centro de la capital para visibilizar el problema y lanzar un mensaje a la sociedad. Bajo el lema “por una política europea responsable, bienvenidos refugiados”, alrededor de 7.000 personas asistieron a dicha protesta, que estuvo respaldada por la Asociación de Apoyo al Pueblo Sirio (AAPS) y que finalizó a las puertas del Ministerio de Asuntos Exteriores. Con excepción del grupo político Podemos, el resto de partidos y sindicatos decidieron no vincularse a esta iniciativa.
Hecho aquel llamado a la sociedad y a los gobernantes, esta red de acogida pasó a la acción. Tenían noticias de que un creciente flujo de migrantes, en su mayoría procedentes de Siria, hacía parada en Madrid para continuar hacia sus lugares de destino. Viendo que este podía ser un buen punto de partida para entrar en contacto con ellos y ofrecerles ayuda, se pusieron manos a la obra. Así nace la red de acogida ciudadana.
Ahora, un mes después de aquella primera reunión, este colectivo cuenta con unos 400 miembros que se coordinan a través de grupos en redes sociales para distribuir tareas y trabajar por turnos en los principales lugares de recepción. Portando carteles con la frase “Bienvenidos refugiados, podemos ayudaros” escrita en lengua árabe, se sitúan en los principales puntos de llegada desde el sur. Cada día, decenas de personas, no sin ciertas reticencias por miedo a que se trate de una trampa y acaben siendo deportados, aceptan el ofrecimiento y solicitan la ayuda de estos activistas. Comida, alojamiento o asesoramiento sobre transportes son algunas de las necesidades que manifiestan los viajeros.
La red de acogida ciudadana ha elaborado un listado de personas dispuestas a ofrecer alojamiento temporal en sus propias casas a estos refugiados – los calificaré así a pesar de que aún no han obtenido tal consideración por parte del Gobierno de España –. En este colectivo, advierten, no se hace distinción alguna entre las diferentes nacionalidades o motivaciones que han empujado al migrante a desplazarse hacia Europa. Así pues, si bien un refugiado sirio lo es por motivos políticos, aseguran que los migrantes africanos que llevan años tratando de saltar la valla de Melilla son ‘refugiados por motivos económicos’, defendiendo de este modo la libre circulación de personas, independientemente de su situación. No obstante, la mayoría de quienes son atendidos en el colectivo son de origen sirio y han solicitado asilo en los CETI (Centros de Estancia Temporal de Inmigrantes) de Ceuta y Melilla, y disponen de un permiso temporal, expedido por la Jefatura Superior de Policía, para circular dentro del Estado español mientras esperan una respuesta a su solicitud.
Una relevancia particular han obtenido en esta red de acogida los traductores, los cuales realizan una labor indispensable: facilitar la comunicación entre los refugiados y los diferentes grupos de trabajo. Participan de forma directa en la toma de decisiones, pues disponen de una información de primera mano, lo que conlleva un elevado grado de implicación.
El grupo de intendencia, creado para gestionar principalmente alimentos, ropa de abrigo y productos de aseo ha recibido grandes aportaciones solidarias de particulares y ONG que han sido almacenadas en diferentes centros sociales autogestionados de la ciudad. Para transportar estos productos de primera necesidad a los puntos donde son requeridos, se ha elaborado también un listado de vehículos ofrecidos por ciudadanos.
Otros se dedican a prestar apoyo emocional a los recién llegados, dado el estado de agotamiento y vulnerabilidad en que llegan. El testimonio de los refugiados es a veces desgarrador. Algunos llevan ya cuatro años viajando por diferentes países. Adel, doctor especializado en dermatología, contaba en presencia de su hijo de 13 años cómo llegaron a apuntarle con una pistola en la cabeza. No explicó exactamente las circunstancias de tal suceso, pero sí aseguró que aquello le hizo tomar la decisión de exiliarse con su mujer, su madre y sus cuatro hijos. Sin perder ni un segundo la sonrisa, agradecía constantemente la comida que le ofrecían en su casa de acogida. Otros, con gestos, relataban los bombardeos que han sufrido en sus propias casas y que han mutilado y matado a muchos. Ocasionalmente, cuando llegan los refugiados al punto de bienvenida, abrazaban llorando a los activistas al ver que les estaban recibiendo desinteresadamente. Para muchos de ellos, su última estancia fue en un CETI donde tuvieron que esperar hasta tres meses para que les fuese concedido el permiso para circular por España, conocido como ‘tarjeta roja’. Allí, según cuentan, las condiciones son pésimas. Aseguran que estos centros cuadruplican su capacidad y no están en absoluto preparados para albergar familias con niños. Algunas de estas personas llegan a Madrid completamente arruinadas, puesto que han tenido que pagar grandes cantidades a las mafias, reservando plazas en embarcaciones ilegales en la costa de Libia o comprando su colaboración para cruzar la frontera de Marruecos con España. Así pues, conscientes de las duras condiciones en que han realizado ese largo viaje, los miembros de la red se esfuerzan en hacerles sentir bien, deseando que su estancia en Madrid sea lo más confortable posible.
Tras este mes de desenfrenada actividad, en el que algunos activistas se han volcado con los refugiados ofreciendo todo lo que tienen, la red de acogida exige a las instituciones que se comprometan y adapten sus servicios a esta nueva situación que, lejos de mejorar, parece que irá en aumento durante los próximos meses. Ni SAMUR, dependiente del Ayuntamiento, ni Emergencias Sociales de la Comunidad de Madrid han sido capaces hasta la fecha de actuar con eficacia. Falta de habitaciones para alojar a los afectados, problemas para suministrarles alimentos y larguísimas esperas han sido problemas habituales desde que los responsables políticos comenzaran tímidamente a hacerse cargo del asunto.
Por ello, la red de acogida ciudadana, la cual cree que la solución pasa necesariamente por un aumento de la implicación de las instituciones, se ha reunido recientemente con Marisol Frías Martín, responsable de los Servicios Sociales de Madrid, y se espera con cierto escepticismo que en los próximos días SAMUR corrija estas deficiencias.
Texto y fotografía: Juan Zarza